Siempre nos han llegado referencias más o menos
vagas. Entre las más solicitadas están los escarceos que ha tenido el cine con
películas como "El Exorcista" o la más reciente "El Fin de los
Días". Y es que al hombre siempre le fascinado ese lado tenebroso que
representa el Diablo.
La imagen más populista lo representa con cuernos,
rabo y tridente. Un mítico Ser que es Príncipe de las Tinieblas y Señor de las
Hordas de Demonios. Etimológicamente, la palabra Diablo procede del griego
"diabolos" y en su origen significaba acusador o difamador. Más tarde
los judíos egipcios del siglo III a.C, al traducir el Antiguo Testamento al
griego, utilizaron esta palabra por la hebrea "satán", un espíritu
angélico encargado de poner a prueba la fidelidad del hombre para con Dios y,
por lo tanto, en absoluto perverso. Ya en el Nuevo Testamento, la palabra
griega "satanás" se identifica con el ser maligno que no es
adversario del hombre sino de Dios.
Posteriormente, ambos términos, el satán hebreo y
el satanás griego se traducen por Satán y más adelante se llega a equiparar el
vocablo griego "demon" - demonio - que significa espíritu guardián,
con diablo.
De esta forma las palabras demonio, diablo, y
enemigo, que en su origen tenían acepciones diferentes, se unificaron con
Satán, término sobre el que recayeron todas las referencias bíblicas, desde la
serpiente del Génesis pasando por el príncipe de las tinieblas, el ángel caído,
el maligno, el seductor del mundo, el homicida, y el padre del mentira, hasta
príncipe de este mundo.
Más tarde vinieron los diferentes nombres; Belcebú,
el príncipe de los serafines, Lucifer, o Leviatán, y se le llegó a representar
de cualquier forma humana o animal que la imaginación pudiera desarrollar;
desde tomar la forma de ángel, la más temible de todas, hasta la de macho
cabrío si su presencia era requerida en un akelarre, pasando por la de
serpiente, dragón, asno, cerdo, rata, lobo, mujer que tienta sexualmente
(súcubo), u hombre que hace lo propio (íncubo).
La cábala judía también influyó a través del
Apocalipsis para identificar al Demonio por las matemáticas. Su número es el
666, reconocido como el número de la Bestia por la configuración de letras del
nombre del hombre. Igualmente se le atribuye el número 40, ya que en el
Apocalipsis, según diversos estudiosos, el primer nombre del Diablo fue
"Nahash". Los demonios son Legión, y aunque los demonólogos no se han
puesto de acuerdo en la cifra, se habla de millones. Para Weirus, hay 666
legiones con 6666 demonios en cada una. Alfonso de Spina llegó a afirmar que
una tercera parte de los ángeles se habían transformado en demonios; Johan
Weyer dijo que eran 72 príncipes al mando de siete millones de millones y otros
estudiosos posteriores aseguran que el número de demonios puede superar la
actual población mundial.
Ninguna religión monoteísta duda de la existencia
del Diablo. Así pues, en el Corán encontramos la rebelión de Iblis, un ángel
que desobedeció el mandato de Alá. Como castigo, éste le expulsó de su lado con
estas palabras; "Vete de mi presencia; te desprecio y te aparto. En cuanto
a los que te sigan, con ellos llenaré los infiernos donde tú mores". La
Iglesia Evangelista ha reducido en los últimos tiempos el valor y el papel que
el Demonio llegó a desempeñar en otras épocas; sin embargo Lutero da en sus escritos
testimonios de las numerosas batallas que libraba contra los demonios atentos a
apoderarse de las almas humanas.
En las religiones orientales aparecen seres de
naturaleza diabólica. Los Lamas tibetanos narran como Mara, un espíritu de
apariencia divina, se rebeló perdiendo su título de Príncipe de la Luz para
pasar a ser Príncipe de las Tinieblas. Desde entonces acecha al hombre parra
tratar de hacerle perverso y egoísta. La presencia del Maligno en el mundo está
representada simbólicamente en El Angel Caído, la única escultura que hay en la
Tierra a él dedicada, situada en el Parque del Retiro de Madrid.
Tradicionalmente se han atribuido una serie de
características al Diablo a fin de poder identificarlo. Así pues no sabe andar
hacia atrás, no duerme jamás, tiene los ojos saltones, y una de cada tres veces
parpadean de abajo arriba; no comen en público, cojean, no saben sonarse las
narices, y tienen un pene desmesurado duro entre metal y hueso y gélido como el
hielo, lo mismo que su semen.
Al Diablo - afirman - le gusta la comida
condimentada con mucha mostaza y muchas moscas; es un buen conversador que sabe
escuchar con interés y sus réplicas están salpicadas de agudeza e ingenio. Sin
embargo odia el ajo, la sal, el ricino y la centaurea; odia el diamante, el
jade, el jaspe y el coral, y no soporta la piel de lobo ni la menstruación de
la mujer, huyendo despavorido ante la cruz cristiana.
Por otra parte se asegura que le encanta la música
y es un virtuoso del violín. Algunos expertos han querido ver relaciones entre
algunos grupos de Rock y Hard Rock con Satán. Por ejemplo Monseñor Corrado
Balducci no duda en affirmar esta relación entre grupos como Rolling Stones,
Black Sabbath, Pink Floid, Led Zeppelin y algún miembro de los Beatles como
Jonh Lennon, que han escrito canciones con connotaciones satánicas.
Satán, el Señor de las Tinieblas, permanece oculto
entre los velos de las leyendas y las religiones. Es el reflejo del bien, el
otro lado del espejo, la necesidad del opuesto que justifica la razón de ser de
lo bueno. Satán, Príncipe de los Infiernos